Escrito por Lilo de Sierra
“No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás. La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!”
(Filipenses 2:3-8 NVI)
Por encima de nuestros intereses, deben estar los intereses de Cristo. Por amor fuimos creados, bajo un propósito divino, desde el corazón del mismo Dios. Como creación extraordinaria, su obra trasciende lo que es natural, Él es el rey de reyes, Señor de Señores y vino a éste mundo a servir, se bajó a nuestro nivel, para mostrarnos con su ejemplo cómo debemos comportarnos ante las provocaciones de satanás, para llenar nuestro corazón de orgullo, altivez y arrogancia.
Somos realmente grandes, cuando con humildad reconocemos que vivimos y respiramos para agradarle a Él a través de nuestras acciones. Cumplir nuestro verdadero llamado, es lo que nos da un lugar de relevancia en donde nos movamos. Estemos donde estemos, debemos esforzarnos por apropiarnos de la autoridad que nos ha sido dada, para vencer al enemigo en donde él ha forjado fortalezas difíciles de derribar.
Trabajamos en la empresa que nos ha contratado, porque el Señor así lo ha decidido, y no es propiamente para lucrarnos económicamente de las labores realizadas, sino porque sencillamente, intercambiamos una gran cantidad de tiempo con personas que necesitan de un Dios, que ignoran su poder para transformar sus circunstancias, que desconocen que Él es la única salida a sus problemas y que no es en sus fuerzas que lograrán alcanzar la tan anhelada victoria.
Tienes la familia que tienes, porque en su soberanía, Él la eligió para ti, y debes respetar su decisión, cuidándola e instruyéndola para que sigan sus caminos, a través del estudio de la Palabra y de nuestro testimonio de vida.
Ser servidores de Cristo, implica que vivamos en obediencia, que estemos preparados para dar la batalla con firmeza y adherencia total a sus enseñanzas, a través de la lectura y estudio a profundidad de la Biblia. Cuando actuamos de manera contraria a su voluntad, jugamos de la mano con satanás, dejándonos zarandear por él, convirtiéndonos en traidores que trabajan egoístamente por obtener ganancias infructuosas y sin valor en el cielo, dejando de lado el acumular riquezas espirituales para la eternidad.
Dios no ha creado nada sin un propósito, sus motivaciones tienen significado cuando somos sensibles a su voz y fortalecemos nuestra relación personal con Él a fin de escuchar con claridad por qué fuimos enviados a éste mundo, en éste tiempo, a hacer parte de éste país, de ésta ciudad o ésta sociedad. Seguramente espera más de lo que hemos podido dar hasta ahora y confía plenamente en nuestras capacidades y habilidades, finalmente fue Él quien nos hizo a su imagen y semejanza, así que tiene pleno conocimiento de hasta dónde podemos llegar si nos lo proponemos.
“Porque por medio de Él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de Él y para Él.”
(Colosenses 1:16 NVI)
Todo lo que experimentamos a diario, es el entrenamiento que tenemos, para prepararnos para la siguiente vida. Aquí practicamos para aquello a lo que nos dedicaremos en el cielo.
Dios nos hizo simplemente para amarnos, somos una joya preciosa para Él, un verdadero tesoro. Existimos porque ese es su plan. Se deleita en nosotros, en nuestros avances, en los pequeños y grandes cambios, lo hacemos feliz con nuestros aciertos y está expectante en cómo nos levantaremos en los desaciertos. Le pertenecemos y es por medio de la adoración y alabanza, que lo exaltamos con un corazón dispuesto a amarlo Él, a nuestros semejantes y a nosotros mismos.
No importa cuántas cosas tengamos, cuántos lugares conozcamos o cuántas personas importantes o no importantes frecuentemos, si no conocemos cada día un poquito más de Dios, hemos desperdiciado tiempo precioso en nuestra carrera para encontrarnos con Él.
Actuamos como si no existiera o simplemente lo ignoramos y por eso nos dejamos llevar de las preocupaciones y los problemas. Fuimos formados como parte de la familia del Señor, somos sus hijos y es por medio de Jesucristo que nos acercamos a Él. Cuando lo aceptamos como nuestro Señor y salvador, fuimos adoptamos como miembros activos de su familia espiritual.
“Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo —ya seamos judíos o gentiles, esclavos o libres—, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”.
(1 Corintios 12:13 NVI)
Escrito para www.conectadosconcristo.com