lunes, 19 de diciembre de 2016

Mujer virtuosa, mujer piadosa




Escrito por Lilo de Sierra


“A las ancianas, enséñales que sean reverentes en su conducta, y no calumniadoras ni adictas al mucho vino. Deben enseñar lo bueno y aconsejar a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a ser sensatas y puras, cuidadosas del hogar, bondadosas y sumisas a sus esposos, para que no se hable mal de la palabra de Dios”
(Tito 2:3-5 NVI)

La palabra piadosa era desconocida para mí, hasta que vi sobre el stand de una librería, un libro de la escritora Elizabeth George titulado “El llamado supremo de la mujer”, el cuál captó mi atención, teniendo en cuenta que en la búsqueda que he iniciado por convertirme en la esposa ideal y merecida por mi esposo, era necesario entender el plan de Dios para mi vida y lograr cambiar el caos, el desorden y la falta de dominio propio que me han caracterizado durante nuestros seis años de matrimonio.

Pero ¿Qué hace una mujer piadosa? ¿Cómo actúa? ¿Qué hay en ella que la hace diferente a las demás?, ¿Podría yo llegar a ser una de ellas?...son las preguntas que invadían mi mente, mientras hojeaba las 283 páginas, decidida a descubrir el llamado supremo que el Señor nos ha hecho a cada una de nosotras…sus mujeres amadas y consentidas.

En Isaías 54:5, Dios se proclama nuestro esposo y un poco más adelante, padre de nuestros hijos, proveedor y protector. Si le creyéramos, sería mucho más fácil hacer lo que como esposas hemos sido llamadas a hacer, porque cada acción estaría dirigida a agradarle a un Dios soberano que se preocupa por nuestro bienestar.

Lo que guardamos en nuestro corazón, afecta nuestro comportamiento. Es inevitable reaccionar de una manera inapropiada cuando nos han ofendido, golpeado, maltratado o abandonado; pero se puede llevar una vida en santidad y en adoración para exaltar al único que puede cambiar el rumbo de nuestro destino.

No podemos ser piadosas sin moderar nuestro comportamiento. Hacer lo apropiado, adecuado y conveniente ante los ojos de Dios, es tener claro que cuando atendemos nuestro hogar le estamos sirviendo al Señor. Adicionalmente, debemos desarrollar ciertas disciplinas espirituales que nos ayudarán a alcanzar nuestro propio potencial espiritual.

Los pasos a seguir para llevar una vida en reverencia son:


  1. Ora: Entre más oremos, más consientes estaremos de su presencia en nuestras vidas.
  2. Alaba: Lee un salmo en voz alta cada día, escucha música cristiana de adoración
  3. Reflexiona: sobre los atributos de Dios, tus promesas, tu llamado.
  4. Valora: Has sido escogida por el Señor para grandes cosas. Deja de compórtate como una adolescente inmadura, arranca de ti el sarcasmo, las payasadas, las bromas, el vocabulario irreverente.
  5. Planea: Actuar de tal manera que otros se sientan atraídos  a la adoración; que tu vida y tus elecciones le hablen a los demás del Dios de amor que gobierna tus decisiones.

Para nadie es un secreto que queremos sentirnos amadas y apreciadas. Dejar ese estado de invisibilidad en el que muchas veces nos encontramos, pero puedo asegurarte que brillar es mucho más fácil, si tenemos a Jesús en nuestro corazón, y al reflejarlo, nadie podrá resistirse al encanto que caracteriza a una mujer piadosa, regida por el poder de Dios. 

Éste reto no es fácil, tendremos que dejar atrás hábitos de nuestra personalidad que no son tan agradables como pensamos; creencias como aquella que a diario nos repetimos  ‘así somos y así nos tienen que aguantar’ o el famoso ‘si no le gusta pues que se consiga otra’; porque si en realidad lo amas, quieres ser feliz y deseas ser una mujer virtuosa, deberás actuar para llegar a ser una nueva persona esforzada, valiente, y decidida a ser tu mejor versión.

De la mano de tu hacedor puedes hacer ese cambio de look espiritual que tanto necesitas, Él no te fallará, te respalda y apoya en tus intenciones y verás resultados positivos rápidamente, además no estás sola, como tú, lo intentará también ésta servidora y muchas mujeres alrededor del mundo que anhelan alcanzar su realización personal y profesional; basadas en lo real, lo verdadero y lo perdurable, la belleza que emana de nuestro interior, en donde está Cristo.

“Su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios”.
(1 Pedro 3:4 NVI)



Sobrevivientes




Escrito por Lilo de Sierra



“A los casados les doy la siguiente orden (no yo sino el Señor): que la mujer no se separe de su esposo. Sin embargo, si se separa, que no se vuelva a casar; de lo contrario, que se reconcilie con su esposo. Así mismo, que el hombre no se divorcie de su esposa”.
(1 Corintios 7:10-11 NVI)

Vivimos en un mundo de apariencias, cualquiera que vea nuestras fotos en las redes sociales diría que somos una pareja casi perfecta, que no tenemos problemas y que jamás discutimos. 

No podemos quejarnos, hemos sido realmente bendecidos con una hermosa familia, tenemos un trabajo que llena nuestras expectativas profesionales y lo más importante sentimos en cada instante el respaldo de nuestro Dios en todos nuestros proyectos.

Sin embargo, el matrimonio es una aventura extrema; unos días son tranquilos, hay armonía, te sientes muy bien junto a tu esposo y otros, se desata una verdadera tormenta eléctrica, que termina por aislarnos a causa de la tensión, la incomodidad la rabia y la decepción, cuando las cosas no salen como esperábamos.

Mi esposo suele decir que los primeros diez minutos del día son los  más especiales, y que después de ese tiempo, mantenernos sin dar pie a contiendas y disensiones es todo un reto. Para que esto funcione, cada uno debemos asumir el rol que nos ha sido asignado con responsabilidad y compromiso, y reconocer que solos no podemos, que necesitamos de la guía del Espíritu Santo, para poder vencer nuestros temores, inseguridades y falta de perdón.

Sí, el divorcio suele ser nuestra primera salida a las dificultades. Yo ya perdí la cuenta de las veces que hemos pensado en hacerlo, porque la misión de Satanás es destruir la familia y sembrar duda en nuestra mente, para hacernos caer en el abismo que lleva al desamor y a la separación definitiva; pero cuando recuerdo mis votos matrimoniales, en los que prometí perdonarlo las veces que fuera necesario, entiendo que mi compromiso fue con el Señor y debo esforzarme por cumplir mi palabra.

No sería posible continuar, si Dios no fuera esa tercera cuerda que nos une. Las pruebas que hemos superado han sido devastadoras, pero cuando el amor es firme, no el amor hacia nuestro esposo, sino el amor hacia nuestro Dios, TODO es posible.

El hombre necesita a su lado una mujer que sea su ayuda idónea, que lo entienda, lo consienta, lo respete y lo haga sentir único y especial. No se trata de ser servil ni de convertirse en una esclava que atiende a su amo, pero sí que sienta que no encontrará en ningún otro lugar, lo que tú como su esposa le ofreces. 

Créeme, vale la pena luchar por tu matrimonio. Amar es una decisión, es una elección sabia tomada por una mujer valiente, dispuesta a nadar en contra de la corriente por su propia felicidad.

Casarte con el hombre con el que hoy convives no fue un error. Es una verdadera equivocación no unir fuerzas para sobrevivir y salir victoriosos juntos, de la mano, sin soltarse, avanzando con la mirada puesta hacia la meta. Valora lo bueno y admirable antes de exaltar los defectos; dale la oportunidad a Dios de hacer lo que para ti es imposible. Ora por él, anímalo, apóyalo, mímalo, se fuente de bien y no de mal; verás la mano de Dios posarse sobre ti y tu familia y tu dignidad e integridad jamás serán vulneradas, porque contarás con el favor de aquel que te da la vitalidad necesaria para no desfallecer y rendirte ante la vida.

“«Yo aborrezco el divorcio —dice el Señor, Dios de Israel—, y al que cubre de violencia sus vestiduras», dice el Señor Todopoderoso. Así que cuídense en su espíritu, y no sean traicioneros”.
(Malaquías 2:16 NVI)

Esperando el verdadero amor




Escrito por Lilo de Sierra


“Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo. ¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios”.
(1 Corintios 6:18-19 NVI)


Fue criada en el seno de una familia con radicales principios católicos, en una época en la que los padres se negaban a hablar de sexo con sus hijos; no se sabe si por ignorancia, por pena, porque era considerado un tabú o porque simplemente no se sentían capacitados para hacerlo. Escuchó reiterativamente de ellos, que debía llegar virgen al matrimonio y que esperaban que no llegara a su casa con una barriga a cuestas; sabía que querían lo mejor para ella, que deseaban que tuviera un futuro exitoso y que no se amarrara a una maternidad temprana que impidiera el cumplimiento de sus sueños.

Para ese entonces, no entendía la importancia de guardarse para el hombre que Dios tenía para ella; es más, creía en Él pero no hacía parte fundamental de su vida; Él estaba allí pero no le interesaba conocerlo, leer la Biblia o entender el porqué de tantas prohibiciones sin argumentos y conocimiento al respecto. No culpa a sus padres por los errores cometidos, confrontar su realidad con los preceptos del Señor era su responsabilidad, no existía una edad específica para eso, era su deber…y no lo cumplió.
Su novio era su mejor amigo, llevaban cerca de 7 años de noviazgo y desde el inicio de su relación, tenían todo planeado; estudiarían una carrera, se graduarían, se casarían, tendrían hijos y vivirían felices hasta que uno de los dos fuera llamado a la presencia del Señor. Pero ese ideal fue cambiando con el pasar del tiempo. Comenzó su vida sexual activa a los 23 años… ¡SÍ!, sus padres hicieron un gran trabajo, no fue tan pronto como lo hacen los jóvenes de hoy en día. Su primera vez fue maravillosa, era el hombre perfecto, en un sitio ideal y fue realmente especial, pero olvidó un pequeño detalle…no estaban casados y con el total conocimiento de las consecuencias de tener relaciones sin cuidarse como es debido, quedó embarazada…

Lo especial del momento se convirtió en caos, temor, tristeza, decepción y una boda precipitada rodeada de mentiras para esconder ese bebecito que crecía en su interior y que desde el momento cero, se convertiría en la mejor decisión de su vida. Fueron 7 años y medio en donde poco a poco, el ideal de la familia soñada se fue desvaneciendo; el amor que los unió, se fue distorsionando por el halo del adulterio que nunca los dejó en paz y como un fantasma fue helando su relación hasta el divorcio…

No obstante, el Señor hizo milagros. Oró y clamó por un hombre que la amara, la respetara y cuidara de su hijo como si fuera suyo; conoció a Jorge y su historia cambió.

Es su amor, un hombre maravilloso, la hace feliz y la acepta como es. No es perfecto tiene defectos que Dios le ha ayudado a comprender y cuando se ha equivocado, el Señor le ha mostrado que es ella la que más debe esforzarse por cambiar con la firme intención de sembrar en el corazón de su esposo la idea de no tirar la toalla y perseverar día a día por llegar a ser, no la familia que algún día soñaron, sino la que DIOS quiere que formen para darle la gloria a Él delante de sus hijos y los hijos de sus hijos.

Han sido 14 años desde que recibió a Cristo y declaró que era el salvador y dueño de su vida. Lleva 8 años con Jorge y les falta mucho por mejorar. Su relación no comenzó tan bien como todo el mundo cree, conociendo de Dios se unió a él en yugo desigual (era católico y ella cristiana), él tenía su novia y ella se metió en medio de esa relación con total conocimiento de causa y aunque nunca intentó hacerle daño a esa muchacha, ni quiso amarrarlo, quedó atada emocionalmente desde su primer encuentro íntimo. Fue como volver a tener una primera vez, los mismos nervios, el mismo vacío y la misma incertidumbre, lo único nuevo, saber que le estaba fallando a Dios una vez más…ya no había justificación alguna para eso.

Cuando fornicamos nos exponemos gratuitamente a romper nuestra relación con el Señor y con nuestra pareja; los problemas en la convivencia serán constantes porque iniciaron contrariando la voluntad de Dios; podría llegarse a presentar impotencia en el hombre o frigidez en la mujer al momento de tener relaciones sexuales; el vínculo matrimonial estará expuesto a una ruptura inminente a causa de la infidelidad, la falta de confianza, los celos y la inseguridad; con una alta probabilidad de enfrentarse a un embarazo no deseado, maltrato intrafamiliar, apatía y/o enfermedades venéreas, entre otras cosas.

El verdadero amor espera. Para todo hay un tiempo y la intimidad sexual fue diseñada por Dios, para que los esposos se deleiten mutuamente bajo su bendición. La clave para ser restaurados es orar y hablar con Él de manera sincera, buscando siempre edificar sin derribar y destruir.

“Sin embargo, les daré salud y los curaré; los sanaré y haré que disfruten de abundante paz y seguridad. Cambiaré la suerte de Judá y de Israel, y los reconstruiré como al principio. Los purificaré de todas las iniquidades que cometieron contra mí; les perdonaré todos los pecados con que se rebelaron contra mí. Jerusalén será para mí motivo de gozo, y de alabanza y de gloria a la vista de todas las naciones de la tierra. Se enterarán de todo el bien que yo le hago, y temerán y temblarán por todo el bienestar y toda la paz que yo le ofrezco.”
(Jeremías 33:6-9 NVI)