Escrito por: Lilo de Sierra
“Nos vemos atribulados en
todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos,
pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. Dondequiera que
vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que
también su vida se manifieste en nuestro cuerpo”.
(Romanos 4:8 – 10 NVI)
Me rindo, bajo los brazos y no lucho más, es la resolución que un corazón roto declara en la medida que llora su frustración y derrota. Sé que hay esperanza, porque antes viví la misma escena
oscura en donde la tristeza ahogó mis emociones, lo que me lleva a
pensar que estoy condenada a la soledad, mientras la bruma me cobija
sobre el frío intenso del desamor.
Nací para ser amada y he sido rechazada,
humillada, despreciada y traicionada, no una sino varias veces. Sueño
con un nuevo panorama en donde el sol brille y me dé su calor sin condiciones, en donde pueda ser valorada sin señalamientos de ninguna clase.
Reconozco mi debilidad y mis fallas, no
soy perfecta, aunque mi apodo sea ´santurrona´ y en mis oídos retumben
las flechas venenosas del odio, el resentimiento y la desidia, que la
falta de perdón construye en el corazón del ser amado.
Sí, aposté y se me olvidó que los juegos
de azar son pecado, me arriesgué a creer que podía ser diferente, pero
encontré el grito aterrador de la destrucción.
Pasó un huracán por mi vida y arrasó
nuevamente lo construido en bases de arena movediza, cimientos
agrietados por los errores del pasado. Me hundí en mi propio vómito,
volví al lugar a donde jamás pensé regresaría, al punto inicial de TODO,
aquella noche en donde renegué de mi fe por la decepción, el desánimo y
el abandono.
Sí, soy hija de Dios, dicen que unas
veces soy víctima y otras victimaria, y en el fondo de mi alma no sé, si
soy solo la simple espectadora de una película de terror, cuyo director
me ilusiona con falsas expectativas y me sube a lo alto de una torre,
para empujarme al vacío sin contemplaciones y sin piedad.
Mi mente embargada de los peores pensamientos, un mar de atormentados sentimientos de desesperación
gritan pero no son escuchados, impotencia total, la mirada perdida en
el horizonte sin final, en donde no se sabe si a lo lejos es plano o es redondo, o simplemente no hay nada más que ver.
Amé y fui defraudada, amé una vez más y
nada pasó, y llego a la conclusión que vencida no estaré, porque
reconocer mi derrota me hace ganadora y en los brazos de mi Señor, de donde nunca debí salir, hallaré consuelo, y tendré claridad de sus planes para mí.
De pronto me equivoqué en mi intensión
de ser esposa, no lo sé, esto sucede cuando uno se auto bendice y no
camina bajo la voluntad del Señor, cuando hace lo que le da la gana,
aplicando la ley del libre albedrío; cuando se actúa sin medir las
consecuencias, cuando se piensa y se habla esperando que los golpes
bajos cumplan su cometido, cuando simplemente esperas ser asesinada por la crueldad de un corazón de piedra que amenaza continuamente con arrebatarte hasta el último suspiro de vida.
Sé que el enemigo quiere, pretende y
anhela callar mi voz, mis escritos, mi lamento, mi grito herido, porque
no tengo pelos en la lengua para decir, que decido amar a quien no me
falla, no me juzga, me acepta como soy y recibe la ofrenda de mi amor
sin obtener como retribución el desprecio de su parte por la humildad de lo que represento, una mujer herida, derribada, más no destruida.
Recuperada la dignidad, he decidido no
volverla a perder en el nombre de Jesús, me levanto victoriosa, avanzo
temerosa, confundida, con dolor, quizás cojeando, pero optimista de que
vendrán tiempos mejores, que el enemigo que se ensaña hoy contra mí está
vencido y que en el momento oportuno se revelará la gloria de Dios en
mi vida.
Decidida estoy a no renunciar a mi
herencia eterna, a continuar en mi lucha, en edificar vidas, en consolar
almas perdidas, si así me lo ordena Dios, ese es mi llamado, a
exhortar, a hablar de sus maravillas, aun cuando me encuentre en el ojo
del más temible huracán.
“Tú eres mi refugio; tú me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación. El Señor dice: Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos y velaré por ti.”
(Salmos 32:7-8 NVI)
Escrito para www.destellodesugloria.org
Estado Civil: En venturoso romance con Dios
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